viernes, 21 de noviembre de 2008

A más arena...más nácar

Tengo un ejército de ostras en mi océano oculto.
Se mimetizan entre obtusas rocas.
Ávidas de líneas cromáticas caen bajo los efectos de bastones de luz.
Algunas ceden, se asoman, se abren. Otras toscas ostras, no.
Mientras remolinos de energía completan mi ecosistema, oleadas de humores dopan, aletargan.
Coro de corales presencian la llegada de agravios arenosos.
Hora de acopiar nácar. Hora de lucir capas. Hora de desafío sublimador.
Valvas sin tapujos acometen agudos temores.
Valvas sin bisagra son impermeables a dominios codiciosos.
Valvas sin cerrojo acopian fértiles migrantes.
Qué seduce a las ostras para abrir sus tesoros?
Qué las conduce a ofrecer perlas a los mares?
Tengo un ejército de ostras en mi océano oculto.
Quien se hunda lo sabrá.

( “Una ostra que no ha sido herida no puede producir perlas”... "Las perlas son de la entrada de heridas curadas... de una sustancia extraña e indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. Una ostra que no fue herida de algún modo no puede producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada...")

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