viernes, 5 de febrero de 2010

CoNtUsIóN

Es la hora de la siesta, en el reino de las iguanas.
Oscila mi carreta con rocas, piedras y durmientes, tirada por bueyes morados de resignación.
El indemne sendero calla sus quejas, mientras supura un hedor a derrotero final.
No aleteos, no ventizcas, no parpadeos.
Oasis de precipicios, sedientos de sombras, esperan mi llegada.
Allí deposité la carga de estos días. Mis plagas ya descansan en paz con promesas de retorno.
Tras desempolvar las alforjas, acomodé mi desvencijada osamenta y sin samaritanas caminé buscando el ocaso... pero me topé con un amanecer.
El despegue ha comenzado.

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