Y se quebró, y se rompió, y se desplomó, y se precipitó, y se derrumbó... y se sumó al caudal indolente que lo derritió y convirtió en masa gélida, que lo arrastró hacia lagos impensados, que lo consumió con sus fauces sedientas de formas rectas.
Y se adelantó, y se anticipó, y se apunó... y se cayó.
No hubo clima que impidiera su oculto e irrevocable deseo de cambio, que invadió sus entrañas y lo cubrió de lúgubre final.
No hubo quien ruborizara su salto ecléctico, no.
Sumará brío al horizonte esmeraldogrisáceo, afinará bemoles al desembocar en la estación océano.
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