lunes, 26 de octubre de 2009

Nueva orilla

Luego de navegar por océanos ajenos y ser arrastrado por antojadizas tempestades, la marea me llevó a la playa.
Vientos sin apuro provocaron en la retina claroscuros sin futuro.
Anclas de sirenas, silencios, vuelos, humores.
Arena ya pisada ofrece un trayecto por hallar, un sendero hacia el claro, un puente hacia la aldea de congéneres.
La nueva orilla es un ave fénix de plumas por crecer, con desafíos adolescentes sin escudos ni armaduras, con postura de zaguán y frescura de corazón abierto.
Las olas sonríen cómplices, las dunas no son obstáculos y los cangrejos no son ejemplo.
"Se convertirán en estatuas de sal quienes miren para atrás", dice un escrito en el faro.
Acaso el reloj fue aliado de las horas perdidas? Acaso el tiempo estuvo a favor de la erosión?
Un puente sin huellas lo niega mientras aves sin reja anuncian: llegó nuestro nuevo cuarto de hora.
La soledad fecunda ha parido. Desde la oscuridad de un vientre turbio, al brillo del alba dormida.
Se posarán las sabias golondrinas en el frío nido del ser.
Asomarán los brotes tardíos en esta escuálida primavera.
Pintará el gris a la materia, la soledad al sueño y el arcoiris al cristal.

lunes, 19 de octubre de 2009

El ermitaño

Y allí está, esperándose, esperándome.

Tan pronto se adentra en la cueva, tan pronto sale a la cima de la montaña.
Sólo mira, sólo oye, sólo respira. No observa, no escucha, no siente.
Ninguna regla que obstruya, ninguna necesidad que apremie.

Hunde con su inspiración los nutrientes del presente y libera con su expiración los fantasmas del pasado.
Congela las pretensiones del tiempo y vence los anhelos terrenales.
Trasciende pensamientos limitantes y amenaza profundidades esquivas.

Y allí está, esperándose, esperándome.

Muestra su dragón sin fuego, sus alas sin plumas, su árbol sin ramas; muestra su vacío, su nada.
Muestra su necesidad de todos y de nadie.
Se muestra, se esconde. Tortuga sin invierno. Tigre sin mundo.

Y allí está, el ermitaño.
Esperándose, esperándome, esperándote.

jueves, 8 de octubre de 2009

Sin reflejos

Busco el cristal en medio de la bruma.

Sólo la persistente tensión de saberme lejos del claro.
Nada llena el vacío de tus horas ni el abismo de tu ira.
Nadie sublima el gélido agujero, nacido absorto de soledad y noche.

La corta respiración ansía bocanadas de aire fresco, libre e indolente.
El andar ruega por ritmos sincopados y risas con swing.
Auroras esclavas y agazapados ocasos limitan las horas penitentes.

Mientras las aves emigrantes llevan sus alas repletas de sueños, la ciénaga sedienta desea más víctimas, la savia fluye en raíces dispuestas y la rutina reina en ciclos impávidos, intento divisar el faro.
La marea sube y baja, las olas se esfuman pero siempre vuelven.

Como en la naturaleza del alacrán está el lastimar, en la del hombre también está el sobreponerse.

Si alguien ve un cristal sin reflejos, ese es el mío; le falta su luz.